La cárcel del consumo de drogas y la evitación del malestar. Por Fernando Juárez García.

Con frecuencia escuchamos de nuestros pacientes, afirmaciones tales como sentirse encerrados o atrapados en una cárcel de consumo de drogas.

Una vez instalada la dinámica del consumo, su repetición mecánica y rutinaria se parece, ciertamente, a un encierro. El constante ir y venir en torno al consumo, a las dosis necesarias, al intento de conseguir dinero para comprar la sustancia, la necesidad de esconderse de los otros para poder consumir, etc, forman parte de una dinámica rígida que repite los mismo recorridos cada día.

Por esta razón, al contrario de lo que se suele pensar y decir, el consumo de drogas, en muchas ocasiones, introduce un “orden” en la vida de los sujetos. Por supuesto, es más bien un orden de hierro, que genera en el seno de la existencia, el caos y el malestar.

Basta con escuchar atentamente a nuestros pacientes, para comprobar cómo en muchos casos, el consumo ha introducido una manera de ordenar el tiempo. Las rutinas, organizadas en torno al consumo, regulan una falta de orden previo, que produce, en la mayoría de los casos, angustia.

Puede sonar paradójico, pero es así. ¿Qué otra cosa más rutinaria que el consumo de drogas? Una actividad que se realiza con tanta frecuencia, conociendo perfectamente cuáles serán sus efectos y consecuencias, es una manera de introducir lo previsible, a pesar de todas las dificultades que esta “rutina” comporta.

De este modo, tenemos a un sujeto atrapado en la cárcel del consumo, de donde no puede salir, pero que a la vez, le proporciona un espacio predecible, que deja por fuera la contingencia e introduce elementos de orden.

De alguna manera, la problemática del consumo, viene a reemplazar a todos los demás problemas. Se trata para el sujeto, de un problema conocido, del que sabe sus detalles y recorridos. De este modo, evita preguntarse por otras cuestiones, tal vez de mayor importancia.

El consumo de drogas y cómo dejarlas, se vuelve la preocupación principal y exclusiva, permitiéndole al sujeto no ocuparse de otros elementos vitales.

Evitar los imprevistos y lo que queda por fuera del control, es una tendencia presente en muchos sujetos. El temor por lo que pueda suceder más allá de nuestra previsión, genera ansiedad y preocupaciones.

El contexto social nos intenta convencer de que podemos tener las cosas bajo control, ya sean las relaciones, el trabajo, la salud, el futuro. Pero lo que finalmente cada sujeto experimenta es el fracaso de ese intento de control. Y frente a ese fracaso, la ansiedad y la angustia son respuestas frecuentes.

El consumo de drogas o alcohol viene a intentar borrar ese malestar, permitiendo a cada sujeto evitar la confrontación con la incertidumbre propia de vivir. De este modo, se instala un orden construido en torno al consumo, que evita experimentar el malestar. Sin embargo, la solución rápidamente se revela como inútil, ya que el malestar que el consumo pretende evitar, regresa incrementado.

Por estas razones, en el INSTITUTO CLÍNICO DE BARCELONA, creemos que es necesario romper con esta tendencia a evitar el malestar, ya que en el intento de evitarlo a cualquier precio, encontramos un malestar aún mayor.

El trabajo con un psicólogo puede traer luz sobre estas cuestiones y otras, y se ofrece como una vía de acceso para poder ayudar al sujeto a inventar una nueva manera de lidiar con aquello que se vuelve insoportable.